Tema difícil el pleito sobre la conveniencia o no de implementar un plan de manejo en la Reserva del Iberá. Tanto, que ha dividido a los sectores que están a favor o en contra, hasta el punto de abrir entre ellos una brecha que parece cada vez más grande.
Pero lo peor, como ya dijimos alguna vez, desde estas mismas páginas, es que algunas personas han llegado a hacernos creer que se está en contra o se es un “vende Patria”. Como si no existiera otra alternativa, otra manera, otro punto de vista para tratar el tema.
Los periodistas no podemos tomar partida por un lado o por otro, sin investigar, sin reflexionar, sin escuchar todas las campanas. Decir que estamos en contra de un Plan de Manejo porque defendemos el patrimonio de los correntinos es reducir la cuestión a un slogan, es carecer de argumentos, es simplificar algo que requiere de nuestra parte un compromiso más que importante que lucir una bandera en la ventana de nuestra casa.
Y ese compromiso pasa por el diálogo, el debate, cuando una de las partes se niega a sentarse a en la misma mesa para buscar una solución, cuando rehusa a escuchar y a interpretar lo que los otros intentan decir, las cosas se complican y empiezan las acusaciones y las agresiones, que lejos de aclarar las dudas que tiene la población, la llenan de incertidumbre.
La audiencia pública realizada en la Cámara de Diputados fue útil para que los legisladores, se pongan al tanto de lo que argumenta una y otra parte. Además de servir como disparador para que algunos, en el fragor de la polémica, empezara a desnudar sus verdaderas intenciones, de uno y otro bando. Puesto que seguro, hay quienes buscan lo mejor para todos, en tanto que otros defienden sus intereses personales.
Es entendible el temor que experimentan muchos campesinos, apabullados de mensajes que le anuncian poco menos que el Apocalipsis, bueno, entre ese extremo de pensar que va a venir la Marina Norteamericana y desalojará a todos los habitantes de los Esteros para instalar una base misilística, y la idea de que Tompkins es una especie de jubilado que con tal de no aburrirse en su casa se dedica a gastar millones por amor a los pajaritos y las plantas, debe haber una zona intermedia que nos permita llegar a un acuerdo, o al menos intentarlo.
Cuando alguien por la radio pregunta ¿quién es la Fundación ECOS para debatir con nosotros?, a mí me parece que está exagerando con su postura, cualquier persona sabe que ante la ausencia del Estado, que durante muchas décadas hizo la vista gorda a las cuestiones ecológicas, en los últimos años, diversas ONGs, integradas por personas con inquietudes de colaborar, surgieron a la luz de los peligros que corren los ecosistemas como el Iberá, con el fin de reparar los daños que oportunamente el hombre le ha ido haciendo a su medio ambiente. Estas organizaciones, subsidiadas por capitales privados regulan el equilibrio biológico de un determinado lugar, ya que sus propios habitantes se hallan impedidos de hacerlo por sus propios medios. Por lo tanto, cualquier organización no gubernamental tiene el mismo derecho que otros de sentarse a la mesa a conversar para exponer su proyecto, más aún, teniendo en cuenta que algunos productores pueden ser dueños de sus propiedades pero de la naturaleza que hay dentro de ella, es decir que uno no puede disponer de los pájaros, los árboles y el agua que cruza por nuestro terreno, pues la naturaleza es de todos.
El diálogo es el mejor patrimonio que tenemos, quizás el único que nos pertenece por naturaleza, pues no otra cosa es la democracia, si no la búsqueda permanente de acuerdos para poder vivir en paz y acercarnos al otro en la esperanza de que predomine el bien común por encima de nuestras diferencias e intereses. Y es de seres razonables hacer uso de él.