Y llegó la despedida, después de una jornada agotadora debido a las interminables colas para llegar hasta la Cruz del Gauchito Antonio Gil ,considerado milagroso por sus fieles; el hacinamiento, los embotellamientos del tránsito en la ruta de acceso al predio y muchas horas sin dormir, miles de visitantes protagonizaron la última aglomeración del día: el abordaje de los micros que transportarían a los devotos y peregrinos a sus respectivos lugares de origen.
La Terminal fue un verdadero conglomerado de personas oriundas de distintas partes del país y del mundo (hasta había una delegación de africanos) que llegaban y se iban constantemente, en líneas oficiales y colectivos de refuerzos que cada empresa se tomó el trabajo de contratar a los efectos de hacer frente a la gran demanda de pasajeros.
La Municipalidad destinó para la seguridad de los viajantes un fuerte dispositivo de prevención de robos, a cargo de la comisaría primera (aún así no faltaron los inefables carteristas) y un sistema de altoparlantes para anunciar las salidas de los micros y sus destinos.
De esta manera se fue una jornada muy agitada en la ciudad de Mercedes, en la que el Gaucho Gil volvió a reunir a una multitud de fervorosos devotos de todas partes, mezclados con numerosos comerciantes inescrupulosos, entre todos le dieron forma a esta Celebración de características singulares, que concitó la atención de todo el país (estuvo entre los principales títulos de los noticieros nacionales) y que año tras año crece en proporciones gigantescas a través de la marca indeleble de los milagros que el gauchito dispensa a sus fieles creyentes.