"Los ojos son el espejo del alma", apunta una frase popular. Este mero aforismo ha sido tomado al pie de la letra por algunas personas. Algunos, llegados a un extremo, han querido dotar de carácter científico a un conjunto de supuestos tendientes a demostrar el contenido de aquella inofensiva frase. Lombroso, en el campo de la criminología, es el autor de una teoría que proponía una conexión directamente proporcional entre los rasgos de un individuo y el nivel de delincuencia al que podría llegar. Otra absurda propuesta, sostenida por un médico austríaco, llamado Johann Spurzhelm, decía que el carácter y la capacidad intelectual de una persona podían determinarse a partir de sus medidas craneales y de una mensura de sus facciones. Sin apelar al menor concepto sociológico, estas propuestas falaces, terminaban generando prejuicios hacia aquellas personas que, por cuestiones de raza o de nivel socioeconómico, pasaban a integrar la lista de los infradotados o de los delincuentes, por el solo aspecto de sus caras. |